Revista
Recuerdo a menudo con mucho cariño aquellos inicios de mi carrera universitaria como futuro odontólogo. Entre el desconocimiento por un lado y la ilusión por otro, transcurrieron cinco años llenos de descubrimientos conforme pasaba el tiempo. El conocimiento adquirido, las primeras prácticas, las conversaciones con el profesorado, las experiencias que nos trasladaban... Todo se unía en un futuro que se presentaba como las puertas entreabiertas de un paisaje por descubrir. En aquellos años 90 –en mi caso al menos– la odontología y nosotras y nosotros, como futuros odontólogos, mirábamos al futuro con ansias de cambio.
Soñábamos con nuestras primeras sesiones con pacientes, queríamos sentarnos al lado de aquellos odontólogos que comenzaban a situarse en nuestro pódium de referentes del sector y también, por qué no admitirlo, comenzábamos a vislumbrar esos “¿Y si …?” con forma de nuestros propios proyectos personales y profesionales como clínica dental. Si algo destacaba de manera transversal a todos estos pensamientos y experiencias previas eran las ganas por transformar un sector que necesitaba aire fresco, y éramos precisamente aquellos noveles odontólogos quienes podríamos abrir estas ventanas con toda la ambición de quien se cree protagonista de la transformación.
Hoy, casi 30 años después, con circunstancias absolutamente diferentes que entonces, con una experiencia probada y reconocida de muchas y muchos de nosotros, vivo una situación similar. El sector ha progresado como imaginamos en muchos casos, la tecnología nos demuestra cada semana un nuevo hito de progreso, el conocimiento de nuestros tratamientos y la investigación desarrollada a tal efecto toma un lugar esencial en nuestras lecturas y estudios diarios. La odontología actual constata una evolución sin dudas en nuestro país. De aquella odontología que estudiábamos a la actual hay una evidente mejora, pero siento especialmente que estamos en este inicio de 2023 ante una situación similar a la que estábamos entonces. El sector requiere de nuevos pasos, de nuevos desafíos, de renovadas ilusiones para situar a la odontología aún más en el pódium del prestigio de la salud del país.
Si por aquel entonces conocimientos y tecnología eran los tractores de la transformación del sector; hoy, sin lugar a duda, lo serán nuestros pacientes, que nos exigen y nos exigirán a cada una y cada uno de nosotros a mejorar más si cabe y a, como digo, transformar este sector. Desde mi óptica personal creo que la experiencia del paciente será el centro motor de este desarrollo. Este concepto más allá de su repercusión a nivel estratégico y de marketing; en muchos casos, requiere un trabajo especial que afecta a toda la clínica dental en concreto, y al sector en su conjunto en especial. La experiencia del paciente afectará a nuestros conocimientos médicos y a nuestros tratamientos, la experiencia del paciente afectará directamente a los comportamientos de nuestros equipos en la clínica, la experiencia del paciente incidirá especialmente en la transformación digital del sector y la experiencia del paciente tendrá una relación directa con los avances tecnológicos de nuestros proyectos empresariales.
Observo con especial atención a las y los jóvenes futuros odontólogos a día de hoy y siento su mismo cosquilleo, sus mismas expectativas y sus mismas ambiciones ahora que se enfrentan a una profesión que tiene evidentes mejoras por producir. Quiero, mejor dicho, queremos y debemos sentir nosotros también esta misma actitud de transformación y desde esta publicación haremos todo lo posible para que así sea en los próximos meses.
También puede consultar el número 72 de DM El Dentista Moderno
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