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Ante el incremento de pacientes con Enfermedad de Alzheimer (EA), los higienistas dentales deben estar bien formados y adaptados para anticiparse a las necesidades de este tipo de pacientes y a la de sus cuidadores en todo el proceso de la enfermedad con el fin de mejorar su calidad de vida. En este artículo, la autora detalla alguna de las manifestaciones orales más comunes de los enfermos de Alzheimer y cómo la planificación será una de las bases en el manejo clínico-odontológico de los pacientes con EA, teniendo en cuenta las necesidades de cada paciente.
Autora: Eva López de Castro, Técnico Superior en Higiene Bucodental.
Desde mitad del siglo XX, la población mundial ha experimentado un aumento de la esperanza de vida. Al alargarse el periodo de envejecimiento, aumentan las enfermedades asociadas al mismo, con un transcurso cada vez mayor desde su diagnóstico, como es el caso de la Enfermedad del Alzheimer (EA).
Por este motivo, los higienistas dentales, como personal y educadores sanitarios, debemos estar bien formados y adaptados, para anticiparnos a las necesidades de este tipo de pacientes y a las de sus cuidadores, quienes viajan de manera paralela en el proceso de la enfermedad, e intentando mejorar la calidad de vida de estos pacientes.
Tenemos constancia de la Enfermedad del Alzheimer desde que, en 1906 el Dr. Alois Alzheimer, médico alemán, estudiara el caso de una paciente de 51 años llamada Auguste Deter, cuyo comportamiento, asociado a un proceso depresivo, refería un estado de deterioro cognitivo.
La EA es una enfermedad neurodegenerativa, cuyos daños neuronales comienzan a manifestarse entre 10 y 15 años antes de que aparezcan los síntomas clínicos.
Lamentablemente, no existe por el momento un tratamiento curativo, únicamente los inhibidores de la colinesterasa suponen un tratamiento paliativo. Existe una mayor prevalencia en mujeres y algunos factores de riesgo asociados son la edad, antecedentes familiares y estrés.
A la EA le caracteriza la pérdida de memoria y de la capacidad cognitiva, llegando estos enfermos a padecer una incapacidad total.
Es importante tener en cuenta que estos pacientes tienen patologías propias de la edad, como hipertensión arterial, diabetes, etc., lo que dificulta aún más el cuidado de estos enfermos. A nivel oral son pacientes con falta de higiene, ya que, de no tener una rutina establecida, el paciente con EA no recuerda haber comido, por lo que difícilmente recordará llevar a cabo el cepillado. Además, la boca es la gran olvidada para los cuidadores de estos enfermos, quizás por falta de información, de formación e incluso la dificultad que conlleva trabajar en el área oral.
Como consecuencia de los fármacos y de la deshidratación por falta de sentir la necesidad de beber, los pacientes con EA sufren de xerostomía, hecho que favorecerá la aparición de caries, la inadaptación de prótesis dentales e incluso la aparición de candidiasis. Quizá la peor parte sea el no poder explicar la sensación de malestar que ese cuadro de síntomas puede generar.
Otra manifestación oral en este tipo de pacientes es la sialorrea o la falsa sialorrea por una incompetencia del sello labial, lo que favorecerá la aparición de queilitis. No se debe pasar por alto que a causa de la degeneración neurológica estos pacientes pueden presentar disfagia (dificultad en el proceso deglutorio), por lo que su dieta debería estar adaptada. Los pacientes con disfagia suelen acumular una mayor cantidad de residuo oral que, si no es debidamente retirado en su momento, favorece la aparición de broncoaspiraciones a causa de las aspiraciones silentes.
Por todo esto, es importante que los higienistas dentales estemos debidamente formados y familiarizados con las escalas de valoración de autonomía en tareas de la vida cotidiana en estos pacientes (aseo personal, alimentación, independencia…), bien porque puedan traer informes con la valoración ya realizada o por su utilidad para incorporarlos en los protocolos de anamnesis en la clínica.
En muchas comunidades autónomas se llevan a cabo magníficos programas de atención a pacientes especiales, como son los pacientes con EA. Sin embargo, a veces la desinformación y el estrés del cuidador familiar hace que prefieran acudir a una clínica privada o incluso en la actualidad proliferan empresas privadas que prestan servicios odontológicos en centros asistenciales.
La planificación será una de las bases en el manejo clínico-odontológico de los pacientes con EA e incluso el proceso de la organización de las citas dará la posibilidad de optimizar los horarios de acuerdo a las necesidades del paciente.
En la primera cita sería conveniente que acudiera el cuidador, teniendo en cuenta que si éste es un familiar del enfermo, podrá manifestar un gran estrés por la situación personal.
Es imprescindible que la anamnesis nos aporte la mayor información posible sobre el estado del enfermo y del estadio de la enfermedad en el que se encuentra. También es importante saber si el paciente tiene alguna discapacidad sensorial fruto de la edad o del deterioro cognitivo: el estado auditivo, problemas visuales, dificultades en el habla, además de saber si están debidamente compensadas.
También necesitamos conocer el grado de autonomía motora del paciente, si camina solo o si requiere de silla de ruedas o de andador, con el fin de tener la mayor planificación posible a la hora de establecer la consulta y los posibles apoyos necesarios.
Es importante saber si el enfermo es capaz de realizar su propia higiene y si requiere supervisión de la misma, así como los utensilios y adaptaciones que precisa.
Decía el Dr. Gregorio Marañón que la mejor herramienta de un médico es “la silla”, que nos permite sentarnos al lado del paciente y escucharlo. En este caso será el enfermo “pasivo” o cuidador del enfermo con EA quién nos guiará.
Con esa información pautaremos la cita del enfermo, teniendo en cuenta que debe ser una hora y media después de la toma de la medicación. Se deben evitar ruidos y citas largas, así como el uso de lenguaje infantil . Es mejor hablar despacio y a la altura de los ojos , teniendo presente que las mejores herramientas con un enfermo son el contacto físico y una buena comunicación.
Una vez en el gabinete, se les ayudará a sentarse en el sillón dental, teniendo en cuenta que la posición no debe ser mayor de 45º por la presión orto-estática. Si es posible se trabajará a 4 manos.
Para mantener una óptima colaboración del paciente, deberíamos proporcionarle una anticipación sensorial, facilitándole a través de los sentidos una breve descripción perceptiva de lo que acontecerá en la consulta durante su visita; por ejemplo, dejarle sentir el agua del ultrasonido. Hay que tener presente que en la boca tenemos mayor número de terminaciones nerviosas, tanto sensoriales como motoras.
Una vez valorada la situación oral del enfermo, procederemos a pautar un protocolo de higiene adecuado a sus necesidades, teniendo siempre en cuenta que hay que ayudar al enfermo a mantener su dignidad: el enfermo debe cepillarse solo. Para ello, los higienistas dentales, como personal y educadores sanitarios, facilitaremos herramientas necesarias para cada paciente, entregando dichas pautas en una tercera visita, sin ser de obligado cumplimiento que acuda el enfermo.
Hay que convenir con su cuidador, cuál es la zona de confort del paciente, ya que no debe cepillarse de pie frente al lavabo. Es importante saber que el espejo puede convertirse en un arma de doble filo para los pacientes con EA, ya que no reconocen su imagen y pueden manifestar un ataque de agresividad, fruto del deterioro de la enfermedad.
Así pues, puede cepillarse sentado en un espacio tranquilo y, a veces, escuchar música les estimula y es buena herramienta de rutina. Puede ayudar, que el cuidador se cepille paralelamente, haciendo que el EA imite la acción y resulte un ejercicio especial en vez de un momento díscolo.
El cepillo dental conviene que sea manual, ya que el ruido del cepillo eléctrico les puede alterar. Existen en el mercado cepillos con tres hileras de penachos, lo que de un solo barrido facilitará la higiene del paciente. El dentífrico será poco jabonoso, para evitar la aparición de espuma, es conveniente que sea rico en flúor. Llegará un momento en el que el deterioro del enfermo hará que sea incapaz de escupir, por lo que se evitará entonces el uso de pasta dentífrica.
En la fase final de la enfermedad, si el paciente está encamado, se debe realizar la higiene oral usando una torunda impregnada en clorhexidina o suero oral, para evitar aspiraciones.
Las revisiones de control de placa, en este tipo de pacientes, sería necesario llevarlas a cabo cada 3 meses, teniendo en cuenta que el proceso de la enfermedad llevará a la inmovilidad del paciente. De ahí que la Federación Española de Higienistas Bucodentales (Hides) haya presentado el Proyecto de Responsabilidad Social “Keep Smile”, avalado por la Federación Internacional de Higienistas Dentales (IFDH), donde se ejerce voluntariado con la tercera edad, especialmente con enfermos con alteraciones neurológicas, con el fin de ayudar a nuestros mayores a mantener su sonrisa.
El hecho de que el higienista dental pueda aportar un aliento de ayuda al cuidador y al enfermo con EA, establece un puente entre nuestra profesión y el paciente, demostrando la necesidad imperiosa de reclamar nuestra presencia en el equipo interdisciplinar que atiende a este grupo de enfermos con alteraciones neurológicas.
También puede consultar el número 43 de DM-El Dentista Moderno.
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